miércoles, 11 de febrero de 2009

Un mundo sin delincuencia

Donde sea que vivamos, parece que cada día se cometen delitos. Es lógico, pues, que nos preguntemos: ¿Son efectivos los métodos disuasivos aplicados por las autoridades, como sanciones más severas, penas privativas de libertad, etc.? ¿Reforman las cárceles a los malhechores? Y más importante aún, ¿está la sociedad atacando la raíz del problema?

Refiriéndose a las medidas que se adoptan con el fin de contener la delincuencia, el autor arriba citado escribió: “Tras su una mala experiencia tal vez sea más astuto y más cauto, pero no deja de aprovecharse de otros ni de cometer fechorías. Los índices de reincidencia solo reflejan el número de los que no han sido lo bastante cuidadosos para evitar que los capturen”. En efecto, las cárceles suelen convertirse en “escuelas de etiqueta” donde, sin proponérselo, se ayuda al delincuente a refinar su comportamiento antisocial.

Por otra parte, la impunidad de los delitos envía a los delincuentes un mensaje, que el crimen sí paga; esto los incentiva a proseguir sus actividades con más osadía.

Es el delito la única opción que tienen algunas personas para sobrevivir? “Al principio veía el delito casi como una reacción normal, por no decir justificable, a la miseria absoluta, la inestabilidad y la desesperación en la que estaban sumidos los delincuentes”, confiesa Samenow. “Los delincuentes son lo que son por elección propia. El delito es ‘causado’ por la forma de pensar del sujeto y no por el ambiente que lo rodea.” Y añade: “La conducta es principalmente el resultado del pensamiento. Todo acto va precedido, acompañado y seguido del pensamiento”. Su conclusión fue que, más que víctimas, los delincuentes “son victimarios que han elegido libremente su modo de vivir”

lunes, 9 de febrero de 2009

Siguen Opinando

Francisco Medina

La delincuencia sigue imparable debido a la falta de coordinación entre las autoridades y el Estado. No se analizan los siguientes motivos ni se adoptan medidas eficaces para erradicarla por ejemplo:

Las armas. La prohibición de venta de armamento en el comercio local y su fabricación casera. Es ingenuo pensar que todas las personas que adquieren armas libremente van a sacar luego el respectivo permiso para usarlas.

La policía en cuanto su personal debe ser instruido sobre el conocimiento de la ciudad que resguarda, es decir cómo enfrentarse ante un problema o una emergencia. Hay agentes recién llegados a las urbes que cuando reciben llamadas de auxilio tardan en llegar porque no pueden encontrar esos sitios, indudablemente deben ser personas capacitadas.

Què opina la gente




Fernando Suàrez

Verdaderamente, la delincuencia que azota las principales ciudades del país es alarmante. Es responsabilidad de nuestras autoridades nacionales y locales combatirla, no con subsecretarías ni comités, ni asesores de seguridad, tampoco con represión indiscriminada, ni a sangre y fuego sino llegando a la raíz del mal, creando fuentes de empleo e incrementando la producción.

Cómo no se va a incrementar la delincuencia cuando existe actitud para que se eleve el número de desocupados en las grandes ciudades. A pretexto de la regeneración urbana en Guayaquil, por ejemplo, se persigue a los vendedores informales sin permitirles el acceso a esas zonas donde antes hacían sus negocios; ahora algunos informales ya no pueden vender sus artículos en las calles y se habrán dedicado al asalto.
¿Qué se espera entonces si se fomenta la desocupación? Cuando Guayaquil se proclama al combate de la delincuencia, esta se incrementa en otras ciudades como Quito, Ambato, Cuenca, adonde migran los delincuentes perseguidos. ¿No sería conveniente dejar que continúen con su ocupación informal en sus mismos sitios de trabajo, organizándolos, controlándolos y hasta uniformándolos decentemente?

La seguridad ciudadana frente a este problema

Tenemos claro que "seguridad ciudadana" es un concepto bastante difuso, y que hoy se utiliza con muy diversos propósitos, como en épocas pasadas se utilizaron los conceptos de "seguridad nacional" y "seguridad del Estado" en el plano ideológico, que pretendieron constituirse en la razón de ser de la política criminal y justificaron una gran cantidad de atropellos a los derechos humanos.
Cuando se habla de las pandillas y grupos juveniles, "seguridad ciudadana" se utiliza, por lo general, como sinónimo de seguridad física en las calles y las casas, olvidándose que un verdadero concepto del vocablo debiera incluir también otras libertades públicas y privadas, conformadas por derechos básicos y fundamentales como los derechos políticos, los derechos económicos y los derechos sociales, los cuales nunca se ven afectados -ni amenazados- por la existencia de esos grupos.
No obstante, la alarma social que provocan ciertos delitos que van en constante aumento, como los delitos contra la propiedad, aunque relativamente bajos de violencia, crean cierto temor colectivo como ocurre con los arrebatos de bolsos y carteras, los cuales por lo general son realizados por menores de edad.

Paralelamente, hay delitos que han aumentado en forma exagerada en relación con años anteriores, que afectan derechos básicos como la vida, pero que no provocan una alarma social proporcionada a esa gravedad. Tal es el caso de los accidentes de tránsito o de la circulación, que generan una gran cantidad de muertos (en muchos países en cantidades bastante mayores que los homicidios dolosos) y sin embargo no provocan una reacción y preocupación equivalente con los resultados.
En igual sentido podemos citar los delitos no convencionales (ecológicos, abuso de poder económico y abuso de poder público) cuyos resultados tienen serias repercusiones en los derechos básicos de todos los ciudadanos, pero no llegan a provocar una reacción proporcional con esos resultados, a diferencia de los asaltos en las calles.
La criminología distingue entre delito (constituido por el volumen real de la criminalidad y sus repercusiones) y temor al delito (constituido por la percepción de la criminalidad y el riesgo de ser victimizado). La percepción de la criminalidad y el temor a ser víctima de un delito agiganta y distorsiona la realidad, con un efecto multiplicador desproporcionado, sobre todo tratándose de hechos realizados por grupos de jóvenes y adolescentes, lo cual aumenta la posibilidad de adoptar políticas equivocadas e inconstitucionales en aras de la prevención general.
De ahí entonces que haya un sentimiento generalizado en la ciudadanía para resolver el problema de la delincuencia infantil y juvenil por medio de la confrontación y el castigo.

La delincuencia en la actualidad




Se ha desarrollado de forma inquietante en los últimos tiempos, pasando a ser un problema que cada vez genera mayor ansiedad en la población, tanto por su incremento cuantitativo, como por su progresiva peligrosidad cualitativa. La delincuencia juvenil es además una característica de sociedades que han alcanzado un cierto nivel de prosperidad y, según análisis autorizados, más habitual en los países anglosajones y nórdicos que en los euro mediterráneos y en las naciones en vías de desarrollo.
Es decir, en las sociedades menos desarrolladas la incidencia de la delincuencia juvenil en el conjunto del mundo del delito es menor que en las comunidades más avanzadas en el plano económico. En las grandes ciudades latinoamericanas, la delincuencia juvenil está ligada a la obtención —delictiva— de bienes suntuarios de consumo y por lo general no practican la violencia por la violencia misma sino como medio de obtener sus objetivos materiales.
Los estudios criminológicos sobre la delincuencia juvenil señalan el carácter pluri-causal del fenómeno, pero a pesar de ello, se pueden señalar algunos factores que parecen decisivos en el aumento de la delincuencia juvenil desde la II Guerra Mundial.
Así, son factores que se encuentran en la base de la delincuencia juvenil la imposibilidad de grandes capas de la juventud de integrarse en el sistema y en los valores que éste promociona como únicos y verdaderos (en el orden material y social, por ejemplo) y la propia subcultura que genera la delincuencia que se transmite de pandilla en pandilla, de modo que cada nuevo adepto trata de emular, y si es posible superar, las acciones violentas realizadas por los miembros anteriores del grupo