lunes, 22 de diciembre de 2008

Indices de delincuencia en Quito




· Entre enero y julio se presentaron 2.303 denuncias de robos a casas, departamentos y estudiantes universitarios, con un promedio de $5 000 en pérdidas, lo que significa un total de $11 515 000.
· La Policía detuvo a 1.869 presuntos delincuentes en lo que va de 2008, lo que representa el 15% del total de detenidos. Mientras que en Guayas se superó el 30%.
· Solo en julio se recibieron 2.470 denuncias en Pichincha, lo que significa el 31% del país.


También se detuvo a 253 personas por varias causas, en especial por robos.
Ahora los delitos se cometen con asesinatos y se causa daño a la integridad de las personas, a pesar de que éstas reaccionan pasivamente frente las amenazas.
Guayaquil es la ciudad que lleva la delantera en lo que se refiere a delitos acompañados de la violencia y agresividad.

En el primer mes de este año se registraron 33 muertes en hechos violentos durante los asaltos y robos de autos y domicilios.

La delincuencia y sus expresiones violentas se explican, muchas veces, por el cuadro social. Casos como el de robos a jóvenes universitarios se dan a diario, esto ocurren en las grandes urbes del país y expresan cómo la marginación destruye el tejido social y genera condiciones para el delito.


El fenómeno de la violencia juvenil ha venido creciendo al compás del deterioro de la situación económica de todo el país. La gran mayoría de los asaltantes son personas sin trabajo, que recurren a la delincuencia para llevar un pan de comida a sus hogares. Procedentes de familias numerosas, pauperizadas, que viven hacinadas, con padres desocupados o con empleos precarios, se encuentran excluidos del mundo laboral y educacional y, por ende, de toda posibilidad de inserción social.


Está claro que la pobreza no es sinónimo de delincuencia. De hecho, la mayoría de los pobres no cometen delitos. Pero lo que están padeciendo en la actualidad muchos sectores no es sólo la falta de recursos presentes, sino la ausencia de proyectos que permitan vislumbrar un futuro mejor.


La certeza de que los hijos estarán igual o peor que los padres, que estarán signados por la lisa y llana exclusión, puede producir efectos más devastadores que las carencias materiales mismas.


Si bien el delito no puede ser justificable, resulta imprescindible entender que no es sólo cuestión de aumentar la protección para brindar seguridad, sino que hacen falta medidas más profundas de contención social para incluir a los sectores más débiles y desguarnecidos. Porque es poco lo que la represión podrá conseguir frente a legiones de personas sin trabajo, sin escuelas, sin futuro, cargados de frustración y librados a su propia suerte.

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